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Marcial San Martín

No puedo explicar demasiado bien porqué entré en el mundo de la fotografía. Sólo sé que me perdí dentro, y ya no puedo -ni quiero- encontrar la salida.

Desde pequeño sentía una inquietud, una necesidad para la que no encontraba respuesta. Hasta que un día, a los 18 años, cogí la cámara reflex que había en casa de mis padres y me apunté a un curso. La cámara era una Praktika LTL, un arma de defensa personal fabricada en Alemania oriental, tan pesada como ruidosa. El curso, en Xoan XXIII, con Mónica y Olga, grandes profesoras y aún mejores amigas. Aprendí desde lo básico, haciendo mis propios carretes y revelados, esas técnicas prehistóricas.


A partir de ahí, la cámara se convirtió en compañera inseparable. La herramienta fue cambiando con el tiempo y ahora es digital, pero la necesidad de ver la vida a través de ella permanece inalterable.


Otro día, más adelante, tuve la suerte de conocer a Fuco Reyes, quien puso mi mundo fotográfico del revés. Obviamente, eso cambió mi punto de vista de una forma radical. Me enseñó, entre muchas otras cosas, que usar una cámara es algo muy distinto a hacer fotografías.


Mi currículum fotográfico es breve: he hecho una exposición (Sinfonía para metais) en centros socioculturales de Santiago y Ferrol, la portada del disco Recortes de Libertad, del grupo Sin Dios, y algunas fotos para periódicos, webs y otras publicaciones.

 

Sigo siendo un aprendiz. Llevo casi la mitad de mi vida con este vicio, con esta pasión, y cada día aún descubro algo nuevo.

Y de vez en cuando, desaprendo lo aprendido, y vuelvo a empezar desde el principio. Algún día, cogeré una cámara y...

(Santiago de Compostela, 1978)

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